Feminismo dividido

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora –aunque lo de “trabajadora” haya caído de la mayoría de hashtags– se ha convertido en el escaparate en el que desfilan, o tratan de desfilar, todo tipo de causas. Esa supuesta “omnicomprensión” es también una de las razones de que el feminismo sea un movimiento cada vez más dividido.

Cada año, y según y quién se apunte, en las marchas del 8M –además de a favor de la igualdad, que se supone que es el tema– se grita también a favor del aborto, de la regularización de la prostitución, de los derechos de los trans, del cambio climático y del fin del comercio de armas. Lo llaman feminismo inclusivo e interseccional. Hay quien lo defiende y quien lucha contra lo que consideran que es una peligrosa derivada woke que termina borrando a las mujeres.

Porque al final, quien mucho abarca poco aprieta, y las reivindicaciones originales del feminismo –la igualdad de derechos, la conciliación, el fin de la violencia de género y de toda brecha salarial– quedan sepultadas por otras causas en las que no todas las mujeres coinciden. Y esta falta de consenso está llevando a la división del movimiento.