El orden en casa… ¿misión imposible?

¡Eres un desastre!, ¡Nunca ordenas nada!, ¡Estoy harto de tener que recogerlo todo yo!. ¡Como no recojas ahora mismo, te quedas sin ir a la fiesta de cumpleaños en Cora!… La virtud del orden es el fundamento de todas las virtudes, ¿virtud sin orden?… rara virtud. Desde pequeños debemos hacer ver a nuestros hijos que vivimos en un mundo ordenado: existen horarios, normas y leyes que hacen la vida más sencilla. Pero el orden no es un fin en si mismo, nuestra meta no es que el niño sea ordenado, pues caeríamos en el perfeccionismo.

Lo primero que debe aprender un hijo es el orden material de las cosas; luego, este hábito, le permitirá saber organizar su tiempo y ser por ello más eficaz; y, por último estos hábitos de orden probablemente contribuirán a que su vida sea más fecunda y feliz.

Respecto al cómo es bueno recordar que los hijos aprenden por imitación y que es mucho más sencillo imitar el desorden que el orden, pues no implica ningún tipo de esfuerzo. El orden entra por los ojos, por eso es bueno que comparen su cuarto antes y después de haberlo ordenado, para que ellos mismos palpen la diferencia y constaten que compensa ser ordenado, aunque cueste un poco.

Es normal que un niño piense: “luego, mamá o papá recogerá todo esto y ordenará mi habitación”. Lo malo de esta frase es que fuera cierta, porque prefiramos hacer nosotros las cosas antes que enfrentarnos a la costosa tarea de educar. Pero la sobreprotección que les priva del esfuerzo, no les ayuda en absoluto a mejorar como personas, pues es imposible educar sin exigir.

Otro factor importante es motivar en positivo con cariño y paciencia. Tenemos que ilusionar y motivar a nuestros hijos para que quieran ser ordenados. Y una manera muy concreta de ayudar a los niños es implicarlos en el orden del hogar, a través de los encargos: tirar cosas al cubo de la basura, meter la ropa en la lavadora, ayudar a colocar la compra, por ejemplo, los cartones de leche; ordenar las películas y los libros, revisar el material escolar para comprobar que no nos falte nada, etc.

¡Qué serenidad y alegría contagia una casa ordenada, ¿verdad?!