La educación diferenciada en el siglo XXI. María Calvo Charro. Editorial Iustel.
Estamos muy contentos con la educación diferenciada y también con que otras familias lo estén con la educación mixta. Disfrutamos con la libertad. Por eso, nos llama la atención el afán de algunos por eliminarla. Unos por mala intención y otros por ingenuidad, pero los dos por cierta superficialidad. Una pena.
Siempre es amable un discurso bien fundamentado, con rigor intelectual, alejado de planteamientos de partido o de intereses políticos, abierto a la seriedad que ofrece el estudio científico, sin sofismas. Un discurso intelectualmente honrado, que busca la verdad.
María Calvo es profesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III de Madrid y presidenta en España de la Asociación Europea de Centros de Educación Diferenciada (EASSE, por sus siglas en inglés). Este libro suyo constituye un alegato a favor de la educación diferenciada como el modelo pedagógico que mejor reconoce y valora la masculinidad y la feminidad.
A lo largo del texto, la autora sale al paso de las objeciones que desde varios ámbitos se esgrimen contra las escuelas de un solo sexo. El primer capítulo analiza la influencia de las teorías de género sobre la educación. Calvo realiza una breve historia de esta corriente, repasando algunos de sus hitos principales: feminismo radical, marxismo, revolución sexual. Luego analiza su principal postulado: que el género es una mera construcción cultural –al contrario que el sexo, que tiene una determinación biológica– y que, por tanto, está sujeto a cambios y a la libre determinación de cada individuo.
Estas teorías han permeado las prácticas pedagógicas. La principal consecuencia es que en muchas escuelas mixtas no se está atendiendo a las peculiaridades de cada sexo en cuanto a su forma de aprender, su carácter o sus gustos. Los más perjudicados están siendo los chicos, que parten con desventaja en capacidad de concentración o en aptitudes verbales. Pero también las chicas sufren los efectos de esta política de tabula rasa: un ejemplo es su poca representación en carreras científicas.
Calvo profundiza sobre estas diferencias a la luz de la investigación neurológica reciente. Los detractores de la enseñanza separada por sexos frecuentemente han argumentado que la plasticidad del cerebro hace poco relevantes los rasgos neurológicos propiamente masculinos o femeninos. Sin embargo, argumenta la autora, esta capacidad para trascender los condicionamientos biológicos no debe llevar a olvidarlos o negar su existencia. Al contrario, solo tomándolos en cuenta se puede lograr el pleno desarrollo de las capacidades de chicos y chicas. Por ejemplo, la menor interconectividad de los hemisferios en los cerebros de los hombres explica en parte que ellos desarrollen con mucha más frecuencia trastornos de atención e hiperactividad, y problemas con la lectura.
También rebate otra de las grandes objeciones hechas a la educación diferenciada: que no socializa a sus alumnos para una sociedad mixta. Calvo recuerda que es la familia y no la escuela el primer ámbito de socialización para cualquier niño. Por otro lado, no está demostrado que unir a chicos y chicas en un aula produzca una mayor comprensión del otro sexo y, de hecho, algunos estudios sugieren lo contrario.
Por un lado, la presión por gustar lleva con frecuencia a unos y otras a dar excesiva importancia al aspecto físico, reproduciendo determinados estereotipos sexuales. Por otro, la evolución psicoafectiva de las alumnas es más temprana que la de sus compañeros, lo que muchas veces hace que estos pretendan subrayar su “masculinidad” reforzando comportamientos bruscos o pasotas. A esto hay que añadir la desventaja cognitiva de los chicos en materias con un alto contenido verbal.
El último capítulo del libro recoge experiencias exitosas en la educación de chicos y chicas por separado, con interesantes consejos prácticos para que los profesores puedan llevarlas a cabo.