A todos nos ha conmovido la decisión de una familia, que tiene a sus hijos en Cora, de poner los medios, en la situación actual, para acoger en su casa a una familia ucraniana . Ahora han viajado a Polonia para traerse a una madre con varios hijos, mientras el marido sigue en Kiew luchando en las trincheras. Desde el club nos pusimos en contacto con un centro de la Obra en Varsovia para pedirles información y esta es la carta que nos enviaron.
Se calcula que en Polonia en los últimos tiempos de un modo estable viven en torno a millón y medio de ucranianos. Algunos llevan años en Polonia y se han establecido con sus familias, otros han venido por un período más breve y su futuro lo veían en el retorno a su patria o emigrar a otros países de occidente. Las últimas semanas han echado por tierra los proyectos de muchos de ellos. Algunos han visto la necesidad de retornar a sus tierras. Todos tienen que luchar por no perder la esperanza en un futuro estable.
Desde el comienzo del conflicto bélico las autoridades de nuestro país han ido dando pasos para dar una cobertura sistemática a una crisis inmigratoria que probablemente se prolongará por años. Por ese motivo se han puesto en marcha diversos proyectos para organizar la cobertura sanitaria, la posibilidad de trabajar de un modo legal, la educación de los niños en su idioma, y un largo etcétera. La iglesia por su parte es pieza clave para unir la ayuda material con el calor del corazón. Dispone de una extensa red de 10.000 parroquias y organizaciones de Cáritas a nivel local y nacional, además de otras iniciativas de voluntariado. A esto se suma que hace ochenta años millones de polacos constataron en su propia carne lo que supone dejar todo, absolutamente todo, partiendo sólo con lo que es posible llevar en manos para no volver nunca a su lugar de origen. Muchos de los terrenos del actual conflicto, de modo particular la ucrania occidental son las raíces de las familias de muchos polacos. Aquí todos tienen un abuelo, abuela, padre o madre que ha tenido que emigrar y comenzar de cero en otro lugar.
Desde comienzos de milenio en los centros del la Obra, tanto de varones como de mujeres, con labor con juventud durante el verano se organizaban campos de trabajo en Ucrania. Muchos muchachos y muchachas han estado varias semanas trabajando en Lwów, Zytomierz, Stryj, Kolomyja… En algunas ocasiones han podido también estar en Kiew y otras ciudades que hoy aparecen dramáticamente en los noticieros. Por ese motivo no es de extrañar que aquellos muchachos y chicas que en años de su temprana juventud miraban con afecto al vecino país de oriente se sientan muy obligados a hacer algo para seguir ayudando. Por ejemplo varios han puesto en marcha una ayuda estable a la fundación Semper Fidelis que coopera con la diócesis de Lwów. Esta ayuda va dirigida sobre todo a los cientos de miles de personas que pasan varios días en la frontera ucraniana antes de poder salir de su país para entrar por Przemysl en Polonia.
Respecto a las ayudas se ven diversos temperamentos. Hay quienes como Michal, supernumerario, padre de cuatro chicos que decidió partir inmediatamente hacia la frontera al comienzo del conflicto para ayudar en lo que haga falta… De hecho su ayuda fue muy concreta ya que organizó el transporte de niños desde la frontera a las diversas ciudades de acogida. Otros actuaron de modo parecido, esto es inmediato y se ofrecieron con sus coches para transportar a las familias que pasaban la frontera y querían llegar a la ciudad en donde le esperaban amigos o parientes lejanos.
Desde el club Filtrowa en los primeros días se organizaron grupos de estudiantes que iban a ayudar y a acoger a los refugiados que llegaban a la estación de tren Warszawa Wschód, ayuda pequeña pero significativa porque podían manifestar el afecto a los que llegaban y a la vez de un modo muy concreto comenzar a vivir la cuaresma. En base a ese grupo se formó un equipo que este fin de semana partió a Bialystok ciudad cercana a la frontera para ayudar en una iniciativa llevada allí por un cooperador de la Obra. Muchas familias de personas en contacto con el Opus Dei en estos primeros días pusieron a disposición de los refugiados sus casas. Las anécdotas y sucesos realmente conmovedores son muchas y seguirán multiplicándose.
A medida que el conflicto se prolonga todos son conscientes de que los refugiados seguirán llegando al ritmo actual y que muy probablemente alcancen cotas que superen varios millones. Por ese motivo diversas personas relacionadas con la labor del Opus Dei, por su cuenta, y que promueven colegios, actividades para la familia como Orientación Familiar, ayudas para la formación de la juventud, etc. estén pensando cómo organizar una ayuda orgánica a las familias que están llegando a nuestro país.
Un caso concreto es Olek supernumerario y padre de cinco niños. Él mismo ha nacido en la ucrania occidental y vino hace veinticinco años a Polonia sólo con lo puesto. Aquí ha encontrado su fe, su mujer y la vocación al Opus Dei. Desde hace años tiene una empresa que se dedicaba a preparar personas para trabajar en el comercio. Ahora está organizando un sistema para preparar en poco tiempo a ucranianos que quieran comenzar a trabajar en Polonia en ese campo. Con ideas parecidas los hermanos Pawel y Adam que tienen una empresa que consigue trabajo a miles de personas que quieran trabajar en Europa Occidental y además tiene cursos de pocos meses para cualificar en trabajos muy concretos: peluquero de perros, trabajadores de gastronomía, ayuda a personas mayores, etc. En estos últimos años Pawel puso en marcha varios preescolares que funcionan como escuelas públicas gratuitas llevadas por entidad privada. Pawel está pensando abrir en sus preescolares secciones para niños ucranianos.
En los colegios Zagle y Strumienie —que tienen ayuda de la Obra para la atención espiritual— se está poniendo en marcha también una sección de acogida para niños ucranianos. Otra iniciativa muy interesante en la que los promotores están pensando es en organizar actividades para las madres de esos niños: se trataría de darles unas clases prácticas adaptadas a las nuevas circunstancias de su vida y sobre todo ayudarles a encontrar su sitio en las nuevas circunstancias. Obviamente la iniciativa tendrá su dinámica y flexibilidad adaptándose a las necesidades reales.
Sin duda en Polonia, además de rezar y ofrecer mortificación por la paz, de un modo muy real todos podremos por largo tiempo llevar a la práctica lo que el Prelado del Opus Dei nos escribía en su último mensaje: Es normal que sintamos impotencia para modificar el rumbo de la historia. Pero apoyémonos en la fuerza de la oración. Sin el Señor, todos los esfuerzos por pacificar los corazones son insuficientes. Al mismo tiempo, pensemos que la paz es un continuo quehacer: ser protagonistas de esta bienaventuranza implica operar y promover la paz en la propia familia, en el trabajo, en la vida social, pues Dios desea que cada uno de nosotros sea guardián de nuestros hermanos y hermanas.